lunes, 23 de junio de 2014

El as puede al rey en el guiñote.


El as puede al rey en el guiñote ( El Periódico de Aragón - 20/06/2014 )

Reparto. Al principio el rey fue solo un retrato. Estaba colgado encima de la pizarra de clase. Para mí la monarquía era una fotografía. El rey también era la canción de la comba: "rey, rey, cuántos años viviré, soy pequeñita y no lo sé". Yo por entonces no me sentía republicana porque era muy del Rey Baltasar. Llegué tarde a la vida y sin embargo siento que fui pequeña antes de tiempo. He tenido una infancia sin suelos blandos en los parques, sin zapatillas con ruedas incorporadas y sin aire acondicionado en el coche. Me hicieron renunciar a todo esto por no haberme nacido ahora. Quise que la innovación tecnológica me criara y por eso aguanté en el vientre de mi madre casi un mes más de lo previsto. También ayudó a mi tardanza el tener al miedo como sereno en las calles de ese 1981 que me esperaba afuera. Me cogí una prórroga.

Baza: El rey reina pero no gobierna. Los dineros tienen su cara. Será por eso que la pobreza no se imprime en las monedas. Mano. Yo no entendía cómo era posible que, siendo tanta familia como somos, a nadie le hubiera tocado ser rey. Me imaginaba que la vida se disponía como en una ruleta así que teníamos muchas probabilidades de reinar. Pero una cosa es la estadística y otra la dinastía. Me explicaron que lo de ser rey no es un oficio sino que se adquiere hereditariamente. Palo. Oros, copas, espadas, bastos. Uno de los primeros textos que yo aprendí a recitar fue el monólogo de Segismundo en La vida es sueño de Calderón de la Barca: "Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte! ¿Que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte?". Triunfo. Yo sé que a la monarquía la llaman estandarte de la democracia porque vi en la tele al príncipe llevando la bandera en los juegos olímpicos del 92. Malas. No tener suficientes puntos en el recuento. Sumas pero resta. ¿Cómo se defiende la monarquía? ¿Para qué sirve? Búscate la vida que entra para el examen. Lo que sostiene a la monarquía son los libros de texto. No hay nada como estudiar para cogerle manía a los reyes. Una señora me dijo que fue al hospital a ponerse sangre y que la que le metieron era de torero, por eso se volvió valiente. Y luego los cuerdos defienden que un determinado plasma tiene que ser garantía institucional de la democracia.

Descartarse. Menos mal que junto a los libros de historia me curtieron las revistas de mi abuela. Aprendí de hemofilia, de disparos, de muertes trágicas esquiando, de las reinas que hubieran preferido no serlo, de las que lo intentaron, de atentados reales, de traiciones y de hijos bastardos. Se adquiere cultura de clase a golpe de diferenciar las personas que salen en las fotos de las que las miramos. Cargar. Echar carta con puntos cuando tu compañero gana la baza. Que el rey tenga su reina da puntos extra. Será que estar callada, ir un paso por detrás y aplaudir es vital para la democracia. La igualdad es una enfermedad venérea que descalifica a las mujeres. Hagan juego, señores. Partida. No se puede llegar a 51 buenas si todavía estamos contando las malas. Aunque la partida se juegue en la República Independiente de Torrero. Coto. Conjunto de partidas. Línea sucesoria. Yo veía que a la madre del rey se le doblaba el cuello y pensaba si era para enseñarnos que hasta los reyes tienen que agachar la cabeza. Mazo: el montón de cartas que se forma con las posibilidades. Ahí estamos tú y yo, durmiendo nuestras respuestas porque, en nombre de la democracia, nadie nos va a hacer ninguna pregunta. Cantar. A nuestro rey solo le ha faltado un año de reinado para cantar las cuarenta. Será que el palo Borbón no es el triunfo. Arrastre. Mi hermana dice que la fotografía de los reyes que tiene en su clase de profesora es la misma que estaba cuando ella todavía era alumna. Eso es porque lo que ha cambiado en todo este tiempo se nos ha quedado a nosotras en las patas de gallo. La monarquía no envejece porque ya estaba vieja. La regeneración es un trampantojo, un truco para poner en la cámara una media que alise al sistema sus arrugas. Fallar. No tener del palo del que se arrastra. No dejarse arrastrar por el palo que se tiene. La duda no suma puntos pero puede romper la baraja. Robar. Coger mientras quede. A la certeza le cambias la primera vocal y tienes una corteza con la que asfaltar los posibles cambios. Renuncio. No vale irse sin darnos la partida a nosotras. Últimas. Comienzo a poder decir que ya hace demasiado tiempo de demasiadas cosas. El 2 de junio era mi cumpleaños y me imaginé que Sergio Algora y La Costa Brava me regalaban la canción Treinta y Tres. Esta era la cifra de mi latitud. Yo no soy de despedirme desde que prohibieron acercarse a los andenes para ver marchar el tren. Brisca. Un as o un tres, que son las cartas con más puntos. No teníamos nuestra banda sonora porque la Transición convirtió la protesta en hilo musical de unos grandes almacenes. Bailemos. Las cosas se rompen primero por las junturas. A ver ahora. Tenía que escribir de un momento histórico y me pongo a jugar a las cartas. El as puede al rey en el guiñote. Y solo es un simple uno. Imagina si los ponemos todos en fila. Reparte de nuevo las cartas.

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