domingo, 26 de octubre de 2014

Rellenarnos de ellos

Rellenarnos de ellos ( El Periódico de Aragón - 25/10/2014 )

Actuar y meterse en la interpretación como te sumerges en el agua cuando la sientes fría y estás haciendo la digestión. Poco a poco. Los pies, las piernas, la tripa, el pecho, los brazos, la nuca y la cabeza. El cuerpo va notando que la mentira lo cubre un poco más a cada paso y cuando quieres salir, ya estás mojado. Además has aprendido a nadar siendo otro. Ser nosotros no es suficiente. Inventamos tantas necesidades que incluso a nuestro tránsito intestinal le salen aduanas. Ser más, ser mejor, ser distinto. No queremos ser quienes somos y quizás por eso nos vamos deshaciendo a golpe de autofoto. Nos enseñamos en las redes para no tener que mirarnos. Como el pequeño Nicolás, que estos días ha sido acusado de estafa y usurpación de identidad. Se creó un yo diferente para poder tratar de tú a tú a los dueños del dinero. Quería jugar el partido con los propietarios de la liga. Para bucear en el capital hace falta branquias. Cuando no las tienes, las dibujas. Uno se introduce en los negocios dominando el arte del atrezo porque el éxito no se hace sin decorado. El impostor se tiene que vaciar de sí mismo para rellenarse de otros. Te llevas los zarrios de tu organismo al trastero y pones en el escenario la gomina, el estilo de vida y el jersey de cuello de pico y te conviertes en uno de los suyos. Hasta que te pillan. El fraude se disimula mejor cuando se aprende ya desde la cuna. "Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de... nosotros". Esto escribe Orwell en su novela 1984. Apple y Facebook pagarán los procesos de congelación de óvulos para que sus empleadas puedan retrasar su maternidad y esta no colisione con su carrera profesional. Lo que nos faltaba, el mercado laboral se cuela en nuestros úteros para dirigirnos el tráfico. Las empresas decidirán cuándo podemos ser madres. Invadirán nuestros cuerpos para rellenarlos de su esencia. Nos piensan como recipientes huecos en los que pueden instalarse para devorarnos desde dentro. La resistencia es una bacteria rumiante que muerde a los invasores cuando nos ocupan no para que imaginemos otros posibles sino para imponernos sus entrañas. Intento quedar conmigo un rato y me escondo en el libro Cómo aprendí a leer de Agnes Desarthe. La autora escribe sobre la lectura: "para mí lo que predominaba era la impresión de invasión, de una anexión de mi interioridad, de una colonización de mis sentimientos. Me sentía poseída. El escritor me imponía su visión y yo quedaba prisionera de ella". Yo así sí me dejo capturar. Leer no me desentiende de mí sino que me hace descender a los túneles propios. Me coloniza otra mirada que me cuestiona la mía y me remueve mis adentros para que note en qué lugar tengo los vacíos. Las historias de otros nos empujan a acercarnos a nosotros mismos. Querer ser yo para no ser una réplica. Leo para que no me rellenen con su ellos. Y bebo bastante agua para ahogar las posibilidades de que tengan sitio en alguno de mis recovecos.

domingo, 19 de octubre de 2014

Células de posición y centinelas

Células de posición y centinelas ( El Periódico de Aragón - 11/10/2014 )

Sabemos dónde estamos y somos capaces de encontrar el camino de un sitio a otro. Tenemos un GPS interno. Nuestro cerebro crea un atlas del espacio que nos rodea y podemos navegar a través de un entorno complejo. Tenemos unas células de posicionamiento que son como los avisos de los planos. Un usted está aquí de los adentros. Nuestro cuerpo se geolocaliza sin satélites. También tenemos unas células cuadrícula que generan un sistema de coordenadas para permitirnos la búsqueda de caminos. Yo con las cuadrículas hacía crucigramas, quizás por eso no me oriento y cometo errores en mis desplazamientos. Llegamos a los lugares almacenando información para cosernos un mapa. El Nobel de Medicina de este año es para tres personas que han investigado estas células que constituyen un sistema de posicionamiento en el cerebro. Ubicarnos y saber marchar para que no perdamos la cabeza. Tenemos tierra suficiente para muchos lugares pero a ras de suelo no se ve nuestro puesto. Todo es confuso si no levantamos la vista. Pero mirar marea y hace mucho calor en octubre. Mi padre me dice que el porcentaje de honradez en este país es 4,65. Cuatro personas de ochenta y seis. Las cuatro que no utilizaron una de esas tarjetas frente a las ochenta y seis que dispusieron del dinero como si estuvieran empapelando con billetes su poca vergüenza. Extensa y árida. No se puede ir a ninguna parte si los que mandan nos saquean los pasos. Perderemos el norte si nos dirigen brújulas con la flecha señalando su ombligo. La presidenta del Círculo de Empresarios dice que no quiere contratar a una mujer en edad fértil porque embarazarse es un problema. Es mucho mejor una huelga de úteros y que las mujeres no fabriquemos empleados para esa señora y para todos los de su especie. ¿Cómo hemos dejado que se atrofiaran tanto las cartografías que se nos dibuja? Yo me hago mi itinerario con la distancia que me separa de ciertas opiniones. Tenemos células de posición y de cuadrícula pero no sé si nos hemos quedado sin neuronas centinelas. Las que nos podían avisar de que el mal estaba cerca y teníamos que avanzar redirigiendo la ruta. Ahora el mal está en todas partes y nos movemos torpes, sin saber dónde podremos coger la última bocanada de aire. Y los sensores no saltan y los virus se nos cuelan por las rendijas gruesas de los recortes. En la mili que hizo mi abuelo muchos de los centinelas que se quedaban guardando la frontera acababan huyendo. Es muy complicado estar alerta si se nos escapan los sistemas de alarma. No se vigila la entrada desde lo más profundo del cuarto oscuro. Localizarnos y saber llegar. Ahora se hacen más cesáreas que nunca porque nos resistimos a nacer. Desde un tranvía lleno de peñistas es muy complicado sentirse de alguna parte y pensar que te sabrás situar. Mis células callejeras están fuera de cobertura. Devolvedme mi ciudad, pilares. La próxima vez que nos quiera invadir Francia, dejadle que pase.