domingo, 31 de agosto de 2014

Cabreo de rima asonante

Cabreo de rima asonante ( El Periódico de Aragón - 30/08/2014 )


Imagino que es lo que tiene la disposición de las cosas. Que a veces tú estás en medio haciendo un eclipse. Es como un apagón en tu órbita del que sólo eres responsable tú. Te oscureces. Has dejado escombros desperdigados y te agobia mirar a tu alrededor. Si tu cuerpo dependiera de su resistencia se te haría un agujero negro en el estómago y desaparecerías. En tus conexiones cerebrales hay nudos que te hacen tropezar a cada pensamiento. Te comes los ratos y no tienes bolsillos para tantas cáscaras. Se te nubla el mirar y se te tuerce el gesto. A mí el cabreo me sube por los pies y me mancha todo el genio. No hace falta que pase nada porque todo ya estaba ahí, pasando. Y llega un momento en el que tienes tu umbral de resistencia con marea alta. Se te altera el orden cósmico. Las tildes de tus líneas de expresión acentuadas te montan una concentración en tu rostro. En estos días el enfado me ha colonizado todas las células del cuerpo.

Teníamos problemas con la armonía y nos inventamos la disonancia cognitiva. A las cosas hay que ponerles un nombre para que existan. Así podemos llamar a la tensión entre nuestro sistema de emociones, ideas y creencias que percibimos cuando mantenemos al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto. O por un comportamiento que entra en guerra con lo que pensamos. Las disonancias fuerzan cambios de actitud para mantener el equilibrio interior. Por ejemplo, nuestro Gobierno siempre tiene una democracia que escupir para justificar sus intervenciones. Hablan de ella como si la tuvieran encerrada trotando en una cuadra y fueran dueños de sacarla cuando les conviene. Ahora quieren hacer una ley electoral que les asegure tener el poder en los ayuntamientos aunque no sea lo que mayoritariamente desean los votantes. La armonía de justificar este comportamiento desde un pensamiento democrático es la misma que soltar gases como un intento de mejorar calidad del aire.

Una mujer denuncia que la han violado. Le roban y le amenazan de muerte. En el hospital comprueban que tiene desgarros en sus partes íntimas. Detienen a sus agresores. Son cinco chavales. Algunos menores. Dos la forzaron. Otros lo grabaron en vídeo. La juez archiva la denuncia. No ve suficientes pruebas que la sostengan. ¿Qué ganaba ella denunciando si no era verdad? Es la Feria de Málaga, no interesa el escándalo. Es una mujer, ¿qué importa quién habla? Es más fácil pensar que ella se lo ha buscado que aceptar que estamos en una sociedad que consiente los abusos a las mujeres. Ahí están la desigualdad, la violencia y el acoso sexual. Se permite que existan. Nos dirigen alcaldes que manifiestan reparos en subirse a un ascensor con nosotras por si simulamos una agresión. Las disonancias. Es más cómodo hacer creer que las mujeres somos unas guarras mentirosas que ver el machismo como un problema social. Por eso se dice muere otra mujer a manos de su marido en lugar de expresar que ha sido asesinada. No muere, la matan. Nuestra realidad es terrorista. Tú calla y ponte guapa.

domingo, 17 de agosto de 2014

Neuronas en fiambrera



Neuronas en fiambrera ( El Periódico de Aragón - 16/08/2014 )

Agosto me sabe a comida de fiambrera. Mi alimento se queda como la ciudad en verano, conservado para mañana. Sin aire. Así me guiso los días, uno detrás de otro, y luego me los como. Las conversaciones no se pueden envasar al vacío pero también me las guardo. ¿Qué es lo que hacemos diferente al resto de primates que nos ha permitido desarrollar nuestras habilidades cognitivas? Es mi amigo Vicente Almazán que me trae una pregunta de postre. Nosotros cocinamos, me dice. Me recomienda que vea una charla de la neurocientífica Suzana Herculano-Houzel. En sus investigaciones señala que el cerebro humano, con sus ochenta y seis mil neuronas, se ha desarrollado mucho más que el de otros primates. Dice que si comiéramos comida sin elaborar, cruda, para darle a nuestro cuerpo la energía suficiente para mantener el número de neuronas, tendríamos que estar comiendo durante nueve horas al día. Cocinar es una manera más rápida de obtener más energía de los mismos alimentos. Ningún otro animal cocina sus alimentos. Hacerlo nos ha permitido convertirnos en humanos. Necesitamos menos tiempo para alimentarnos, masticar y digerir, así podemos dedicarnos a otras cosas que desarrollen nuestras capacidades. Somos producto de las recetas de nuestros antepasados. Mis neuronas le deben su existencia al chorizo, al cocido, a la menestra o a las croquetas. Y, sobre todo, al cuidado de mi familia. Cuando alguien cocina para nosotras nos está regalando su tiempo y esfuerzo para que nuestras neuronas no desaparezcan. Mil gracias. La eficiencia alimentaria nos ha facilitado tiempo para dedicarnos a la investigación, a la cultura, a construir edificios, tener hospitales, escuelas y leyes. Las reuniones de los gobiernos tendrían que ser en la cocina. El verdadero poder lo tienen los fogones. Una huelga de sartenes bloquearía a los países. Guisar no cotiza en bolsa pero el Banco Mundial no existiría si los dueños de los dineros no tuvieran quien les hiciera la comida. Leo que un informático de Sillicon Valley pretende cambiar la manera en la que nos alimentamos y ha creado un compuesto en polvo con todos los minerales, sales, vitaminas, proteínas y nutrientes que nuestro cuerpo necesita. La idea para acabar con la comida se le ocurrió porque estaba cansado de gastar tanto tiempo en comer. Su invento sólo necesita ser disuelto en agua para consumirse. Sin supermercados, sin cacerolas, sin tiempo de cocción y sin sentido. Es una falta de respeto a nuestros ancestros y al regalo que nos hicieron con el fuego. Dejar de comer para comerse el mundo. No se puede llamar avance a algo que pretende acabar con los huevos fritos. El capitalismo es como un disco duro sibilino al que estamos conectados y que no hace otra cosa que meternos virus. La verdadera política es la que se ocupa de hacernos la cena. No habrá revolución sin saber hacer bechamel. Hoy tengo garbanzos. Los he hecho a fuego lento, por joder y así gastar más tiempo.

lunes, 4 de agosto de 2014

Identidad de abrazos y berberechos.

Identidad de abrazos y berberechos ( El Periódico de Aragón - 02/08/2014 )

Yo soy de un plato de anchoas en salmuera, de algunas letras de ciertas canciones y de las melodías de otras. De varias películas y todavía más de muchos diálogos. De algunas obras de arte que me zarandean por dentro. Soy menos de autores que de libros. Muy de bibliotecas y librerías. Me gustaría que mi himno tuviera un baile.

También soy de sacar la pierna por fuera de la sábana, de llevar siempre chicles en el bolso, de poner motes, de intentar tener un por favor y un gracias siempre a mano y de decir varias veces al día me cago en la hostia, hostia puta, puñetera hostia y cualquier cosa que se pueda acompañar de un hostia. Soy mala comedora pero entrego mi reino por unos berberechos. Soy muy de sandía y melindrosa con muchas cosas. Estoy aprendiendo a comer gazpacho. Lo hago a cucharadas para que me dé menos aprensión la textura. Ando muy rápido. Me da mucho sosiego que me rasquen la espalda, mecerme, las conversaciones con mi abuelo, que mi madre silbe y que mi padre me lea las cartas de la comunidad de vecinos. También el agua. Y me encanta bucear y escucharme la respiración. Me siento muy de algunos paisajes, edificios y calles. Unos porque cuentan mi historia y otros porque me los llevé conmigo aunque sólo los tuviera una vez en la mirada. París es mío, por ejemplo. Una vez cambié el casarme por un viaje en helicóptero por el Gran Cañón. En mi ADN seguro que se encuentran plantaciones de tomates de Híjar y melocotones de Calanda.

Somos la suma de lugares, personas y recuerdos. Todo mi cuerpo ateo se moriría en una vida sin Reyes Magos. Si me preguntan de dónde soy lo que me sale decir es de Torrero. La patria que mejor me sale se llama risa. De souvenir me pido croquetas. Ser de un sitio es reconocerte en ese lugar en el que te recuerdas dejando besos por muchas de sus calles. Soy mi hermana y no me parezco en nada a ella. Soy torpe. No tengo pereza. Hago listas. Soy muy de libretas. No soy de aburrirme y sí de soñar que me caigo al vacío. Pertenezco mucho a mis amistades, aunque no les rinda visita tanto como me debiera. Me he construido un lugar donde vivir en algunas palabras.

La unidad mínima de la identidad es la construcción del relato. Un discurso es la molécula más pequeña sobre la que edificamos nuestra historia. Lo que yo tuve de mí antes de ser yo fueron mis quereres.

Todo esto me viene al leer el libro de Mercedes Cebrián El genuino sabor donde se pregunta: "¿Cuántos tipos distintos habría en un catálogo de españoles?". Somos productos colocados en un rastrillo de zarrios. Venimos de algo que decimos que cuenta nuestra historia mientras otros tejen identidades a golpe de billetera. No se puede llevar al país en el corazón mientras se exilia la cartera. El Molt Honorable deja de serlo cuando utiliza a la patria para jugar al Monopoly. Y luego Gaza. Es difícil respetar el sentimiento de pertenencia cuando para lindar las tierras se utilizan bombas. Basta de naciones que saben a muerte. Yo soy de un abrazo antes que de un país.