jueves, 5 de mayo de 2011

Sobre industrias culturales y cultura. Hablando de sexo y amor...

Texto escrito para mi intervención en el Seminario Ciudades Creativas "El impacto de la cultura en el territorio y la economía de las ciudades". Dicho seminario se realizó el 4 de mayo de 2011 en Zaragoza con motivo de la presentación del libro "Ciudades Creativas. Economía creativa, desarrollo urbano y políticas públicas", editado por la Fundación Kreanta, que recoge las intervenciones de las III Jornadas Internacionales Ciudades Creativas que tuvieron lugar también en Zaragoza en noviembre de 2010.
Inicialmente, mi participación estaba sujeta al título "Industrias Culturales, una reflexión crítica sobre la generación de empleo en cultura". Pero me tomé la licencia de retitularla como "Sobre industrias culturales y cultura. Hablando de sexo y amor..." Y esto es lo que escribí al calor de ese título...
Sobre industrias culturales y cultura. Hablando de sexo y amor…
                                                                                                    Iguazel Elhombre
Tenía que hacer una reflexión crítica sobre industrias culturales, y yo no sé si he ido más allá de la crítica o ni siquiera he llegado a la reflexión, pero yo voy a hablar de amor y de sexo.
Hace mucho que mercantilizamos el sexo y aún hoy sigue existiendo el amor. Y es que creo que todos podemos tener claro que el sexo es algo a lo que ya hemos puesto precio de mercado pero… ¿y el amor?
Pues lo mismo es para mí las industrias culturales y la cultura. Vamos al fondo del asunto…
¿De dónde venimos?
El término “industria cultural” fue acuñado por los integrantes de la Escuela de Frankfurt ( Adorno- Hockheimer “Dialéctica del iluminismo”) a mediados del siglo XX y con el se referían a “aquellas industrias que combinan la creación, la producción y la comercialización de contenidos creativos que sean intangibles y de naturaleza cultural. Estos contenidos están normalmente protegidos por copyright y pueden tomar la forma de un bien o servicio”. Asociaban el término a la estandarización de los contenidos y la consiguiente homogeneización social.
A partir de ahí, el término se ha ido reconfigurando en función de los distintos contextos culturales hasta llegar al hoy en que parece que la tendencia es hablar de Industrias culturales y/o creativas como conjunto aglutinador de actividades culturales y/o creativas… artes plásticas, escénicas, musicales, artesanía, artes gráficas, audiovisuales, edición, diseño industrial, comunicación, publicidad, prensa, nuevas tecnologías, gestión cultural, etc… Es decir, se amplía el concepto de lo que incluimos como industria cultural pero en cualquier caso, el término es utilizado para referirse mayoritariamente al sector cultural haciendo hincapié en su aporte económico.
Y aquí es donde quiero empezar a hablar de amor. Creo que es necesario reflexionar sobre algunos matices en la consideración de las Industrias Culturales y la cultura.
¿Dónde estamos?
  1. Está claro el aporte económico de la cultura. Puede ser un motor de desarrollo económico, genera trabajo y riqueza. Según la Cuenta Satélite de la Cultura supone un 3,8 % del PIB y 750.000 puestos de trabajo. Eso está claro. Otra cosa son las dificultades para hablar de lo que es Industria Cultural y lo que se deja fuera. Y tampoco está claro cómo hacer de este sistema un sistema sostenible y que la riqueza que genera la cultura pueda revertir en la cultura misma.
  2. Igual que tenemos claro el aporte que genera la cultura, tendríamos que tener claro también que la cultura tiene otro valor más allá de su valor económico. Estamos hablando de cómo poner precio al amor… En este capitalismo cultural del que hablaba Jeremy Rifkin, donde se cambia el consumo de productos por experiencias, es difícil hablar de otros valores que no sean el del mercado. Pero ¿qué hay del valor simbólico de la cultura? ¿y el valor funcional?¿y el valor emocional?¿y el valor educacional?. La cultura tiene mucho más peso que la industria cultural porque va más allá del dinero.
  3. El bounismo económico de la cultura ofrece una visión reduccionista del impacto económico de la actividad cultural y que muchas veces esconde una realidad precaria, tanto en nivel de generación de riqueza como en los puestos de trabajo. Creadores que no cotizan, pequeñas empresas que financian a los ayuntamientos y empleos precarios…Y esta es una gran parte de la realidad de las Industrias Culturales donde tenemos a pocas grandes empresas que generan bastante dinero y muchas pequeñas que no generan tanto. Y una empresa que no reparte beneficios está fuera de las lógicas del mercado capitalista y es una realidad muy presente en las pequeñas empresas culturales.
  4. Ojo al darwinismo. En las Industrias Culturales se da un fenómeno peligroso que atenta contra la diversidad cultural, que es la concentración vertical y horizontal de grandes grupos empresariales. Se puede tender a que el pez grande se coma al pequeño. Además, la globalización no contribuye en dejar espacios para el desarrollo de las individualidades culturales de cada territorio. La voracidad del sistema de mercado atenta en cierta medida contra la libertad de elección.  Y la libertad siempre tiene que ser protegida.
  5. Sistema caduco. El de la cultura y el de las industrias culturales. Necesitamos nuevas fórmulas, cambiar modelos de financiación, cambiar las subvenciones por mecanismos de desarrollo de la creatividad. Generar espacios publico-privados de intervención junto a creadores y la sociedad civil.
  6. En la búsqueda de un paradigma…perdimos el norte. Pasamos del paradigma de la educación de los años 60 (con André Malraux a la cabeza, Primer Ministro de Cultura de Europa) al paradigma de la participación de los años 70 con la construcción de los equipamientos culturales, para luego acudir al paradigma de la economía que nos hizo olvidarnos en parte de la educación y de la ciudadanía. Hemos generado un sistema cultural demasiado centrado en la difusión y más alejado de la creación y la ciudadanía.
  7. En cultura pasamos de la ocupación de las calles, a la generación de espacios sacro santos para la cultura. Y nos alejamos de una cultura participativa y transformadora. Volvamos a dar valor a las palabras para que “tomar la calle” en cultura no signifique hacerse peñista en las Fiestas del Pilar.
¿Hacia dónde vamos?
  1. Bienvenidos a un mundo sin certezas. Vivimos una eterna ceremonia de la confusión. Cultura líquida de Bauman, cambio constante. La vida es una serie inacabable de nuevos comienzos. Todo va a cambiar que dice Enrique Dans, entonces, ¿vamos a utilizar formas de gestión tradicionales para los nuevos modelos de sociedad? Como expresa Jose Ramón Insa “El autismo de la institución produce monstruos”. No podemos seguir con modelos institucionales de otra época cuando en el mundo han pasado tantas cosas que lo han hecho distinto. Crisis de modelo. Hay que cambiarlo.
9.      Y como hay que cambiarlo, tenemos que creer en la posibilidad de hacer cosas. Hacer más y mejor cultura y más y mejor industria. Vencer la parálisis del “se puede hacer muy poco”. Huír del determinismo.  Caso Islandia como ejemplo de un hacer de otra manera. La cultura se ha basado en mucha medida en una política de subvenciones perversa porque ha generado un sector clientelista que no iba a morder la mano de quién le daba de comer. Cambiemos el pedir por el conseguir. Y al conseguir no se llega sin hacer nada. Vendrán tiempos mejores pero si los hacemos.
  1. La cultura, su consumo y su producción, es distinta. No podremos ser una industria fuerte sin asumir cambios. Y en el mercado cultural hoy se habla de descentralización y atomización de las propuestas, de hipersegmentación de las audiencias,de cohabitación de distintos mensajes, de surfing cultural, de prosumidores, de redes, de iteratividad, de interacción, de transversalidad real, de innovación, de la co creación, de la inteligencia colectiva, de organizaciones híbridas, de serendipia… Si la cultura es flexible, nuestra acción con ella también tendrá que serlo, no nos podemos someter a esquemas rígidos de intervención.
  2. Una industria cultural o creativa no podrá ser sin creadores. Francois Colbert señala que el sistema educativo es el gran potenciador de la necesidad cultural. ¿Cómo se valorará la creación cultural si no se incentiva? Alejados de la educación no estamos favoreciendo que se generen ni creadores, ni públicos. Si no hay condiciones para la creatividad, la creatividad no se desarrolla, y esas buenas condiciones no se improvisan.
  3. Desengaño del idealismo de la democracia cultural… y me explico. En un mundo en el que no había nada, todo estaba por hacer y cualquier cosa que se hiciera era mejor de lo que había porque no había nada. Esto nos llevó, en gran medida,  a trabajar sin metodología. Sin planificación de procesos y sin evaluación de resultados. Ahora toca poner  todo patas arriba para volver a construir partiendo de la nada pero con la experiencia acumulada. Como me decía Jose Luis Melendo y como escribe Mario Benedetti en un poema, táctica y estrategia. Hemos hecho las cosas con poca metodología y mucha táctica y estrategia y eso se ha apoderado en parte de la sinceridad. Hemos actuado por sobrevivir, y nos hemos olvidado demasiadas veces del fondo, de la cultura, del amor.
  4. Necesidad de cambiar a los trabajadores culturales de “cuello blanco” por hackers culturales. Urge la reconversión cultural. Me hago eco de las palabras que han escrito los hackers @sarok  ( laperimetral ) y @culturpunk ( espaciorizoma ), hacer cultura hacker, abierta, flexible,entusiasta, que interacciona, hacer las cosas diferente, compartiendo, buscando alianzas, trabajando en red, redes de personas conectadas, que hacen con pasión más allá del trabajo, divirtiéndonos con lo que hacemos, encontrando motivación para seguir haciendo, dejando ir a los proyectos que generamos y dejarlos en manos de otros hackers...
  5. Ni paraíso ni apocalípsis. Acabo. No es suficiente quedarnos con que el valor económico de la cultura por fin recompensa el mercado de la creatividad igual que es injusto desdeñar sin más, el aporte económico de la cultura. Efectivamente es un hecho que la cultura genera riqueza y que eso es una razón de peso para el desarrollo de la Industria Cultural. Pero no creo que la cultura y la creatividad sólo se alienten desde el valor de mercado. Y además pienso que en este desarrollo de la Industria cultural y de la propia cultura, se hace necesario replantear modelos de funcionamiento para adaptarnos a un nuevo mundo en el que no podemos actuar desde lógicas caducas. Por acabar como empecé, aceptar que hemos mercantilizado el sexo pero sin olvidarnos de que sigue existiendo el amor. Y que lo podemos hacer más y mejor.

Zaragoza, 4 de mayo de 2011