domingo, 29 de abril de 2012

Memoria como resistencia


Hace unos días se celebraba el I Congreso de Víctimas del Franquismo. Casi al mismo tiempo, el Gobierno de Rajoy aprobó en Consejo de Ministros, la supresión de la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura que se encargaba de facilitar información sobre las materias referidas a la Ley de Memoria Histórica. Ahora sus funciones las asumirá la División de Derechos de Gracia y otros Derechos, que se ocupa de conceder indultos y títulos nobiliarios y que va más acorde con la memoria interesada y amnésica de los populares. Estamos en un país que despide con honores de estado a una persona que un su haber vital contaba con ser el responsable de varias sentencias de muerte. Si Fraga es considerado un padre de la patria, yo me declaro huérfana.
Reclamar verdad, justicia y reparación a las víctimas de la guerra y la dictadura es demasiado pedir para aquellos que nunca han condenado el golpe militar que interrumpió el proceso democrático en julio del 36 y el posterior régimen dictatorial, apoyado por el fascismo europeo, que se desarrolló como resultado de aquel golpe. Que no se haya juzgado a los responsables de la barbarie sólo quiere decir que el franquismo no fue derrotado sino que se transformó para convivir con el hecho democrático. Que no tengamos un Le Penultraderechista de turno solo quiere decir que la derecha española (pónganle el eufemismo que quieran, centrada, moderada, etc.) está más a la derecha que la gran mayoría de la derecha europea.
En Aragón, el gobierno PP-PAR ha eliminado el programa Amarga Memoria que defendía la dignificación de las víctimas asesinadas durante la Guerra Civil y el franquismo. Lo que supone un atropello a la democracia y la justicia, se agrava con la falta de sensibilidad en la defensa de la medida. María José Ferrando, diputada popular en las cortes reprochó a PSOE, CHA e IU "este morboso culto a la muerte" de sus discursos "más propios de sociedades primitivas y desvertebradas".
Mi abuelo nació en Híjar en 1924. Con el golpe militar del 36 y la ocupación nacional de su pueblo, se exilió junto a su familia a Barcelona. Él pudo esquivar los disparos de los bombardeos que le acompañaron en ese exilio. Otros no. Y sobrevivió también al hambre, a la represión y al miedo de los años de guerra y posguerra. Otros no. No cabe en este artículo todo lo que vivió, me dice mientras le tiemblan los ojos y le llora la voz. Como no cabe lo que vivieron las personas que todavía hoy nos lo recuerdan y las voces de las familias de aquellas otras que no pueden contarlo. No se puede pasar página cuando no ha habido justicia y reparación.
Como expresa Vicenç Navarro en lo que para mí y pese al paso del tiempo, sigue siendo un libro imprescindible: Bienestar insuficiente, democracia incompleta, "no puede haber en España una cultura auténticamente democrática mientras no haya una cultura antifranquista, para lo cual se requiere de una viva memoria histórica". Si se deja de resistir, ellos ganan.

martes, 17 de abril de 2012

El optimismo es un invento capitalista


Son tiempos aciagos en los que parece que el hecho de levantarse cada mañana de buen humor es ya un gesto heroico. Es verdad que si perdemos la guerra del humor frente a las excusas para no reírse, habremos convertido el mundo en un lugar invivible. Yo necesito la risa como catarsis. Utilizo la ironía, el sarcasmo o incluso el escarnio para reírme con saña de los impulsores de este cataclismo económico y social al que nos han arrastrado. La risa es como la junta de accionistas de los pobres. Por eso me parece perversa la manipulación que el neoliberalismo ha hecho del positivismo. Es utilizado como conductor de sus dogmas y actúa como armador del consentimiento de la ciudadanía para que el sistema pueda mantener las desigualdades e injusticias. Bajo los prelados optimistas, perder el trabajo o tener una enfermedad, pueden ser vistas como espolón al cambio más esperanzador. La sibilina violencia simbólica a la que aludía Pierre Bourdieu, supone una invisible dominación. Las palabras no son neutras.
SE NOS HACE VER que cualquier problema es una oportunidad de superación personal. Te sumerges en la negación de la realidad y te sometes con alegría a los contratiempos. El mensaje fuerza es que la actitud positiva favorecerá hechos positivos. Una persona puede conseguir todo si de verdad se lo propone. En esa relación de causa efecto entre deseo y realidad es donde pensamiento positivo y capitalismo se funden. La perversión de este discurso optimista radica en que se sustenta con la premisa de la responsabilidad individual. Los no afectados por la alergia de la alegría, son merecedores de las tragedias. Si el éxito depende exclusivamente de la actitud propia, no hay excusa para el fracaso. Desde ese prisma se mata la capacidad de empatía o la solidaridad. La caridad sí que cabe. Como expresa Slavoj Žižek , hay un tipo de misantropía que es mucho mejor como actitud social que un optimismo caritativo barato, que es aquel que intenta solucionar el problema de la pobreza tratando de mantener vivos a los pobres. Remedios que son parte de la enfermedad. El pensamiento positivo actúa como argamasa de control, perpetúa el inmovilismo y no alienta a la transformación social.
Simplemente edulcora la realidad para que la podamos digerir. Esto explica el éxito del entretenimiento más banal. Con una realidad cada vez más dura, buscamos esos ratos en los que la seducción del positivismo espectacularizado nos atrape y nos aleje por un momento de nuestros problemas. Al conformismo, pensar no le hace bien.
ESO ES lo que puede temer el neoliberalismo. Que pensemos. Que cambiemos el optimismo lacayo del sistema por un pensamiento crítico con voluntad transformadora. Que reivindiquemos el derecho a la tristeza y al cabreo y que lo canalicemos para desactivar la alienación. Ser incómodos es mucho más que no hacer nada.
La vida no es eso que nos pasa al lado sino a través de nosotros. Y cuando ensucia tanto las cosas, no hay que reírle las gracias.

lunes, 2 de abril de 2012

Palabra de PIB y amén


Decía Ramón (Gómez de la Serna) en una de sus Greguerías que "los números son los mejores equilibristas del mundo: se suben unos encima de otros y no se caen". Estos funambulistas son el aliento del sistema capitalista, que amontona cifras con el mismo afán infinito de los propios números. El problema lo tenemos las personas, que nos encontramos debajo de ellos con el riesgo de morir aplastadas.
Son números, sólo números lo que interesa a nuestro sistema económico. La impostura de los datos se aguanta cuando no se rasca lo que esconden debajo. Un país con más de cinco millones de personas en situación de desempleo debería ser incompatible con los casi dos mil euros de sueldo mensual que las cifras dicen que nos corresponden por cabeza. Medias artificiales que falsean las desigualdades. Números vergonzantes que acumulan lo que a los otros les falta.
No es de extrañar que el principal indicador del desarrollo de los países sea el PIB, Producto Interior Bruto, que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de un estado durante un periodo de tiempo. Es uno de los indicadores por antonomasia de la ciencia económica pero el PIB no hace mejores a las sociedades. Vincula la producción de un país con la riqueza y deja al margen otros indicadores que pudieran hablar del desarrollo de la sociedad. Porque una cosa es organizar las políticas económicas para que los niveles de vida aumenten y otra muy distinta es subordinar todos los valores de la sociedad a la búsqueda de ganancias.
BUTÁN, como reza la Wikipedia, es un pequeño país de algo más de setecientos mil habitantes que se encuentra en el tramo oriental de la cordillera del Himalaya, entre India y China. Para el Banco Mundial y con el indicador del Producto Interior Bruto, este reino budista es uno de los países más pobres del mundo. Para compensar las críticas por su pobreza endémica, el rey de Bután propuso en 1972 elaborar un índice de Felicidad Nacional Bruta. Los cuatro pilares de de este índice FNB serían: el establecimiento de un buen gobierno, la preservación y promoción de la cultura, la conservación del medio ambiente y la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario. En julio del año pasado, a instancias de Bután, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución, no vinculante, para invitar a los países a adoptar medidas para que la felicidad y el bienestar se convirtieran en indicadores que orientaran las políticas públicas.
El desarrollo de un país no podrá ser si antes que económico no es humano. El capitalismo global plantea muchas amenazas directas a la felicidad. Está debilitando la confianza social y la estabilidad mental. La Organización Mundial de la Salud alerta de que la depresión, que en España ya alcanza al más del 15% de la población, será en el 2020 una de las principales enfermedades en el mundo. Sin confianza ni estabilidad, se tambalea la espiral de acopio de números. Por su propio beneficio, quizá los mercados miren a las personas que se están revolviendo por debajo.