domingo, 30 de septiembre de 2012

Amanece, que no es poco


Empecé esta semana que termina viendo por enésima vez la película de José Luis CuerdaAmanece, que no es poco. Obra maestra del humor absurdo, que con la excusa del surrealismo y la narración grotesca de la sociedad, caricaturiza nuestras debilidades.
Horas antes de la manifestación del 25-S, Rajoy va a reivindicar a la Asamblea de las Naciones Unidas, una silla para España en el Consejo de Seguridad. Como argumentario lleva la Alianza de Civilizaciones, ese chiste que le parecía malo cuando lo contaba Zapatero. Mientras, el New York Times sacude la imagen patria con su reportaje "España: entre la austeridad y el hambre". Rajoy, como quizá no entiende el inglés, intenta mirar para otro lado. Aquí estamos con la independencia de Cataluña en la punta de la lengua. Se debate con sorbos que queman. Y claro, lo que hacen las cosas calientes en la boca son llagas. Mariano se tensa con el España se rompe, la fractura social y por la imagen que se está dando del país en el exterior. Preparemos la artillería contra aquello que puede manchar la Marca España incluso más que aquellos chándals que llevaron nuestros olímpicos.
La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, comparó la convocatoria "Rodea el Congreso" con el golpe de estado del 81. Incluso declaró que había grupos cercanos al nazismo en el 25-S. No me dirán que su intención no puede ser otra que convertirse en la mayor agitadora de las manifestaciones.
Y luego llegó el 25-S. Fuimos, estuvimos y vimos. La policía intentando dejar la marca España en los cuerpos de aquellas personas que se sienten piezas del Monopoly en el que lo que se cerca son nuestros derechos. El riesgo de la prima no se va a solucionar poniendo la violencia en la porra. El descontento no se puede contener con represión porque cuando algo no cabe en un recipiente opresor, se acaba derramando por los márgenes. Salimos a la calle porque nos ahogamos. Derramamos ausencia de miedo. De ahí los golpes, intentos de contenernos dentro de los márgenes. La letra con sangre entra.
Se habla de intervención desproporcionada de las fuerzas de seguridad. Para la versión oficial se trató de una actuación ejemplar, en palabras del ministro de Interior Jorge Fernández Díaz, frente a un ataque a la democracia. El ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, añadía que "en una democracia hay que escuchar a la calle pero hay que obedecer a las urnas". Que obecezcamos, esa es la máxima. Pese a la violencia de convertir la democracia en una farsa. Las elecciones las gana el que invente un mejor programa-ficción.
"En resumen, hemos ganado los de siempre". Una de las frases de Amanece, que no es poco expresada por el recién reelegido alcalde. Probablemente es una de las sensaciones que tenemos muchas personas, que siempre ganan los de siempre. Pero también en esta ficción en la que tenemos que resistir a empujones, podemos ser ese maestro que se rebela ante la autoridad poniendo como examen el tema de las ingles. Y coger como eslogan otra frase del guión de Cuerda "yo podía haber sido una leyenda... o una epopeya si nos juntamos varios...". Seguimos.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Política gastada de tan poco usarla


Hay veces en las que sin poder evitarlo, algo de lo que has oído se te queda deambulando en la cabeza y no puedes otra cosa sino sucumbir a pensarlo. A mi me pasó con las declaraciones de Cospedal, esa ama de llaves de tres sueldos, cuando planteó que los diputados regionales no tuvieran que cobrar por su dedicación política. Subyacía en su propuesta la idea de que para lo que hacen, no es necesaria la remuneración. Un diputado puede ser fontanero a ratos, y dedicarse a la política en otros ratos. Y así es en muchos municipios pequeños donde la labor de alcalde no tiene remuneración. Pero también es cierto que la razón para que así sea es el interés general del pueblo, no una excusa con impronta ideológica.
Con su anuncio Cospedal desvela una creencia, que se tiene que dedicar a la política quien pueda, no quien tenga vocación de servicio público. No ataca Cospedal a los aparatos de los grandes partidos que colocan a sus militantes allende sea posible darles un cargo. Tampoco a los sueldazos de muchos asesores y puestos de confianza. Ataca a la democracia.
En un momento en que se está cuestionando la actividad política, su servilismo a los intereses financieros y en el que se pone en duda la representatividad de las instituciones, se anuncia como bálsamo que cure heridas la desligitimación de la política.
Criminalizar a la política es contribuir a que las empresas sean las que ganen las elecciones. La dictadura de los mercados ya se sitúa por encima de los gobiernos. Sin política, quien ganaría en las urnas sería directamente Botín. Y yo no quiero que me gobierne el Banco Santander. No tomar medidas para limitar el poder del mercado supone una dejación de las funciones de la política por cuanto lo que debe proteger no son cuentas de resultados sino los intereses de la ciudadanía.
POR SUPUESTO que en política hay activos tóxicos más preocupados por trepar a golpe de carné de partido que por servir al interés general. Pero también es verdad que la lucha contra eso es mejorar la política y la democracia. Conseguir mayor representatividad del sistema electoral, transparencia en la toma de decisiones, igualdad de oportunidades, redistribución equitativa de la riqueza, mecanismos de control, etc. Todas esas palabras de la cosa política que parece que se nos han gastado antes de usarlas.
Y luego una ve que la reunión del comité federal del PSOE es a puerta cerrada que no entran moscas. Y una escucha la entrevista realizada a Rajoy que es como oír la nada. Y ese algo que me deambulaba por el pensar se pone a darse cabezazos contra la pared arterial. Nos quieren provocar un aneurisma. Mejor que no pensemos en hacer. Que no vayamos a reunirnos con la consejera de Educación con nuestras camisetas verdes. Que no tiremos un tupper a Aguirre. Que no nos rebelemos contra el apartheid sanitario. Que no salgamos a las calles. Que no hagamos política. No quieren algarabías. Y a una le dan ganas de ponerse a montarlas como si fueran fichas de Lego. Una encima de otra. Así cuido yo de mi salud arterial.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Limpiar la mugre



A veces es bueno situarte justo enfrente de tus contradicciones, tirar de un lado y de otro y hacerte fuerte en lo que te construye. Te escuece la realidad pero no sabes si de tanto dolor, lo que has procurado es hacerte una costra y vivir debajo. En una ficción acogedora en la que puedes intervenir pero de la que no puedes salir. Como si las heridas comunes fueran tan grandes que nada se puede hacer porque no pasen. Pero la sociedad no puede morir desangrada, por más que la frase "otro mundo es posible" suene cada vez más a ingenuo eslogan de una marca de refrescos.
El otro día una conversación con amigos me llevó a las mismas dudas. Nos decíamos que hay que dibujar nuevos mapas de lo posible. Inventar la ficción que nos cobije, creer que puedes hacer por construir grietas a empujones y a partir de ellas que la realidad se empape de lo que has imaginado. Y te planteas que somos muchas las personas que estamos pensando en construir un sistema distinto aunque no sepamos cómo, o dónde ponernos o qué hacer para ser más efectivos. Parece que todos encontramos nuestro recoveco en el que poder construir de otra manera pero no acabamos de intuir cómo articular las energías para conseguir el desarme definitivo de un sistema que nos ahoga. Quizás no se puede pensar en la transformación del todo y sí en la suma solidaria de las partes. Mi temor es que ante las insistentes bofetadas a nuestros derechos cunda la frustración y haga callo la desesperanza, y ya no podamos pensar a navajazos sino a pellizcos. Que la precariedad nos incline al individualismo, a la preocupación por la subsistencia inmediata y nos olvidemos de soñar con algo más. El más mezquino éxito de la domesticación del poder es que lleguemos a pensar que nada de lo que podamos hacer consiga cambiar nada, porque en el momento en el que no imaginemos lo distinto, habremos matado la posibilidad de hacer de otro modo.
De repente llegó Cecilia y su restauración del Ecce Homo. Y te enseña que se puede pensar y agotar las palabras para hablar de la emoción y se puede dar un beso en la boca. Ella tenía una realidad fea, llena de humedad y a la que nadie le hacía caso. Se deja de imposturas, poses de falsa complejidad, dictámenes canónicos y hace. Y sacude un sistema que acostumbra a dejar morir las cosas con sólo matar las posibilidades de hacer y las ganas de que nos apropiemos de imaginarlo distinto. Imaginar es dar donde duele. Hacer, un alegato subversivo.
La acción de Cecilia me llevó a pensar en la ocurrida hace unos meses en el museo de Ostwall en Dorrmund donde una limpiadora destruyó con una bayeta la obra "Cuando los tejados comiencen a gotear" deKippenberger. Dicha obra estaba valorada en 800.000 euros. La limpiadora simplemente quería limpiar la mugre acumulada. Vila-Matas se refirió a este caso en un artículo en el que consideraba este hecho como un símbolo que "nos recuerda que para evitar las grandes estafas sólo es necesario que la buena gente se rebele". Gente dispuesta a imaginar y preparada para limpiar la mugre de un sistema que necesita ser restaurado.