lunes, 25 de mayo de 2015

La espera

La espera ( El Periódico de Aragón - 23/05/2015 )

Estoy tumbada en la camilla. Desnuda de cintura para abajo. Últimamente no hago otra cosa que desnudarme de cintura para abajo. El gel frío en el vientre y la máquina que enseña mis entrañas en una pantalla. La persona de la bata blanca aprieta el aparato contra mi abdomen y mira su monitor sin decir nada. Intentas averiguar algo a través de sus muecas pero no lo consigues. Te envuelve la necesidad de que te diga que todo está bien pero sientes los nervios como si te atravesara un rayo. O mejor dicho, como si tu propio cuerpo fuera un rayo eléctrico. En mitad del temblor quieres que tu cabeza se aleje de esta tormenta inquieta para que no te queme la piel. Piensas en el resultado de las elecciones y en que te importa menos y al mismo tiempo te importa todo. El futuro es una palabra que ahora la escribes con más intensidad. Como si los trazos de cada letra se imprimieran con tus células. Yo pensaba en política en el mismo instante en que noté un movimiento que venía desde el útero. Es la vida que empuja desde dentro. Todavía la puedo proteger guardándola en mi interior y pienso si no sería capaz de hacer cualquier cosa para llevarla siempre conmigo. Incluso meterla en una maleta. Lo más cerca que he estado de viajar ilegalmente ha sido cuando mi abuela me hacía decir que tenía menos años de los que tenía al entrar en el autobús. Me siento frívola al relacionar unas cosas con otras. Pienso que soy una afortunada y pese a todo sigo tiritando de frío por nada muchas veces. No tener derecho a quejarte. Estar bien dentro de lo que cabe. ¿De lo que cabe dónde? A mí ahora me cabe mucho más que antes y sin embargo estoy menos vacía. Lo que tengo dentro es una vida del tamaño de una berenjena y también miedo. El miedo no sé cuánto ocupa. Los miedos que he tenido a lo largo de los años se han colocado en fila para construir mi historia. Y al mirarlos ahora no reconozco ninguno con el que comparar el que siento en este momento. Es el miedo desconocido de lo que vendrá. Y no tengo la respuesta al cómo hacer. Imagino que de eso se trata, de irlo descubriendo. Las hormonas se apelotonan en los lagrimales y tengo que cambiar de tema. ¿Hasta dónde me van a crecer las tetas? Yo no tenía esta pelusilla en la tripa. Con lo fácil que sería poner un huevo. Tengo tanta ilusión que se me han ensanchado las caderas para poder hacerle espacio. La espera a mí me sabe a pepinillos rellenos de atún y a helado. El dolor de cabeza y de piernas. Conseguir tener conversaciones más allá de esto cuando esto ha colonizado todo tu organismo. Yo pensaba que seguía siendo la misma hasta que me fui a sentar en el suelo y comprobé cómo todo era ya distinto. Soy otra. Cojo la mano que me sostiene para recordarme que hay más cuerpos aparte del mío. Se siente desde diferentes ángulos. Observa cómo se mueve. Escucha el latido. Esa es la mirada que estaba buscando, la de todo irá bien. Tu sonrisa. Es una niña.

Lo malo que nos pasa

Lo malo que nos pasa ( El Periódico de Aragón - 09/05/2015 )

Puede que en estos momentos esté cayendo sobre nosotros la nave rusa que se acercaba sin control a la Tierra. Dejo escrito este artículo el jueves y se lee el sábado. Hay dos días de espacio temporal en el que coloco mis palabras como un chicle pegado debajo del pupitre sin saber si seguirán ahí cuando vaya a por ellas o habrán sido destruidas por los restos de titanio y acero inoxidable de un transbordador espacial. Qué imagen tan poética, la de unas palabras destruidas por la fuerza descontrolada de unos fragmentos cósmicos. "Lo malo que nos pasa es por salir de casa", dice Francisco Nixon en su último disco. Pero a veces lo malo se construye una casa y se queda a vivir en nuestros adentros. Cuando alguien me dice que la procesión se lleva por dentro me imagino que su cuerpo se ha tragado una procesión entera con sus mantillas, capirotes y su santo cargado sobre los hombros. Yo ahora, por ejemplo, tengo dentro una terraza en verano, una delegación de Hacienda, la fila de un supermercado en hora punta y la primera línea de playa en agosto. Todo esto serían versiones laicas de llevar en el interior una procesión.

En estos momentos tengo más espacio en el cuerpo, tanto que incluso me han cedido el asiento en el tranvía, así que también me cabe la sala de espera de las urgencias en un hospital público. Lo tengo todo en compartimentos, para que no se mezcle. Cuando se altera tu centro de equilibro, se te recoloca la vida en cada centímetro cuadrado de tu piel. Es tu particular cambio de armarios. Andas diferente porque lo que te mueve es distinto. La gravedad te sujeta los pasos aunque las piernas sientan más el peso. Y luego está lo grave, que imagino que será cuando el desequilibrio te altera tanto que ya no encuentras tu eje ni eres capaz de controlar tus movimientos. El Partido Aragonés ha hecho público el código ético de su candidatura al Ayuntamiento de Zaragoza en el que describen "los valores y principios que cumplen y se comprometen a cumplir en el ejercicio de la política" y que al mismo tiempo "son las razones por las que están en ella". Qué bonito, piensas, hasta que lo lees. Lo que para ellos es ético en el ejercicio de la política es emocionarse al escuchar una jota, ver Aragón Televisión y alegrarse por las victorias del deporte zaragozano. Si intentamos imaginarlo como chiste, no nos queda tan gracioso. La alergia primaveral está siendo mucho más intensa en esta primavera, será por las elecciones que nos alteran el cuerpo y las conversaciones. Estamos más agitados y torpes. Europa avala que las personas homosexuales no puedan donar sangre. Ahora también me he metido a Bruselas entre pecho y espalda y me está dando ardores. La idiotez nos asalta. Y la declaración de la renta también. Más inversión en ciencia y menos encuestas de intención de voto. Y nos esperan los debates. Sólo nos queda confiar en la que la nave rusa haya caído en algo de lo malo que nos pasa.