domingo, 4 de agosto de 2013

El ruido y las moscas



Ruido. Este es un país en el que se pierde la vergüenza pero no la razón. ¿Para qué se quieren argumentos si puedes mearte en las ideas y demostrar así tu superioridad intelectual? Últimamente todos somos especialistas en curvas y sistemas de seguridad ferroviarios. Y creemos que sentimos lo que sienten las víctimas porque recordamos cómo sabe el dolor y pensamos que damos aliento con nuestros eructos de lugares comunes y frases hechas. Lo siento, pero es que me escuece nuestra torpeza en la aproximación al dolor. La de unos medios que pretenden hacer como el pintor Géricault y contar la tragedia desde las heridas de la carne abierta y del olor a muerte. La empatía abyecta de los que no quieren escuchar el llanto porque ya saben cómo suena la angustia pero se regocijan en atender el ruido que hacen las cosas cuando se rompen. La distancia emocional de quien cree que se sufre con menos intensidad si no se retransmite el grito a cada punzada. Escudriñamos un pretendido respeto a las víctimas como si sirviera de excusa moral de nuestros desmanes de incontinencia obtusa. Puede que nuestra zona de intersección sea enorme y por eso nunca nos encontremos en el roce. Tú y yo. Y en medio, ese comportamiento desaprensivo de un pésame con palabras que se gastaron en otra desgracia. La empatía supone identificarse mental y afectivamente con el estado de ánimo de otra persona. Tú sólo gobiernas. Y como el tren no era una especie de drone terrestre y llevaba conductor al que llenar de culpa y pus informativo, pues cerramos el telón con pestillo. Ruido. Aceite que engrase las junturas de los quejidos, pruebas que certifiquen las verdades irrefutables del estar en lo cierto porque hay voceros que residen siempre allí. Parece que la duda te convierta en antipatriota.
Yo no me imagino peor tortura que la de estar en una sala con personas llenas de certezas. Rechinan los ecos mientras las familias intentan no ahogarse en la pena. Ruido. A mí la ausencia me suena a unas llaves que se mueven en el quicio de una puerta que sin embargo no se abre para abrazar a alguien. Es el ruido que abrasa y que no se sofoca como los incendios. Y es ese silencio de la desaparición el que sobre todo duele. "Mi cabeza no es el problema, la mosca sí lo es. Todo está contaminado", dice el protagonista de la serieBreaking Bad en un capítulo que me golpea por dentro ahora. Quizás porque pensábamos que los problemas de sueño los podíamos solucionar con un colchón de viscoelástica o una pastilla para dormir. Aunque lo que nos altera sea sonámbulo y siga haciendo ruido mientras nosotros soñamos. Ruido. Causa y consecuencia. Y atender los problemas en base a que sean síndromes. Dicen que la fatiga informativa también lo es, igual por eso estoy tan agotada. "Gracias a las moscas no tenemos tanta mierda", leo en una entrevista a una bióloga. Todavía nos hacen falta muchas moscas porque todo apesta. Ruido. O si lo que contamina es la mosca, nosotros o el ruido. Siempre nos despiertan alarmas.

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