Epitafios ( El Periódico de Aragón - 26/11/2016 )
Cómo es esto de la vida. Un día estás abroncando a alguien porque ha dejado gotas de pis en la taza del váter y, al día siguiente, se muere. Le echas en cara que ha dejado la ropa interior desperdigada por el suelo, no te ha llamado, te ha hecho una mala foto, te ha perdido algo o te lo ha roto, se olvidó de tu cumpleaños o, lo que es peor, te regaló una báscula, te hace un filete poco hecho, no te deja respirar agobiándote a tareas, se le olvidó comprar vinagre, no te permite que le toques la pierna con los pies fríos cuando te echas a la cama, no tiene tiempo para quedar contigo o se ríe porque te has caído de la forma más tonta. Le reprochas todo eso y luego se muere. Tú te quedas con el sentimiento de culpa de haberle echado en cara esas cuatro gotas de pis, y te sientes ridículamente culpable por si la causa de su muerte tiene algo que ver con tu enfado. Te quedas fastidiada porque tu despedida de esa persona ha sido una trifulca por quita de aquí esas gotas de tu meada. Y piensas que nada fue grave. Incluso cuando la persona fallecida era de la peor calaña, no importa, mejora al morirse. Se convierte en modelo a seguir por obra y gracia de la parca. Así actúa la culpa. Te retuerce el estómago para que vomites gloria, como si de ti dependiera acolchar con elogios el lugar del descanso eterno. Ya lo dejó dicho Jardiel Poncela en su epitafio, “Si queréis los mayores elogios, moríos”. Fallece Rita Barberá, las mismas personas que hace unos días la repudiaron del partido, de su grupo en el Senado o no se querían sentar con ella en la mesa para comer, esas mismas personas hablan ahora de su inocencia, honradez y calidad humana. Han pasado del repudio a la santificación en sólo unas horas. También hay gente que acusa directamente a otras personas como francotiradores con puntería para derribar a la senadora. Los tuiteros, los periodistas, la oposición y otros agentes del mal con capacidad para matar con palabras. Con la muerte también dejan de cuestionarse actitudes de terceros que habrían provocado un escándalo si el fallecimiento no se hubiera producido. El presidente del Gobierno confirma que habló con Rita Barberá, imputada por corrupción, antes de ir a declarar ante el Tribunal Supremo. Una especie de “sé fuerte”, segunda temporada. Y luego está la polémica, que en este país llega antes que la muerte. El espectáculo, el circo y los temas que se abandonan en las orillas de la atención mediática. No hay minutos de silencio para la mujer que murió al incendiarse su casa con la vela que le ayudaba a iluminar un hogar con la luz cortada. Y esto es demagogia. Sí, y ¿cómo llamamos al mutismo por el bombardeo del último hospital que quedaba en pie en Alepo? En el funeral del Pastor de Andorra no había apenas autoridades. Otra mujer es asesinada por el que era su pareja, otro año más con un 25 de noviembre sin erradicar la violencia contra las mujeres. Hay muertes llenas de silencio. Y que a nadie le despiertan culpas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario