La espera ( El Periódico de Aragón - 23/05/2015 )
Estoy tumbada en la camilla. Desnuda de cintura para abajo. Últimamente no hago otra cosa que desnudarme de cintura para abajo. El gel frío en el vientre y la máquina que enseña mis entrañas en una pantalla. La persona de la bata blanca aprieta el aparato contra mi abdomen y mira su monitor sin decir nada. Intentas averiguar algo a través de sus muecas pero no lo consigues. Te envuelve la necesidad de que te diga que todo está bien pero sientes los nervios como si te atravesara un rayo. O mejor dicho, como si tu propio cuerpo fuera un rayo eléctrico. En mitad del temblor quieres que tu cabeza se aleje de esta tormenta inquieta para que no te queme la piel. Piensas en el resultado de las elecciones y en que te importa menos y al mismo tiempo te importa todo. El futuro es una palabra que ahora la escribes con más intensidad. Como si los trazos de cada letra se imprimieran con tus células. Yo pensaba en política en el mismo instante en que noté un movimiento que venía desde el útero. Es la vida que empuja desde dentro. Todavía la puedo proteger guardándola en mi interior y pienso si no sería capaz de hacer cualquier cosa para llevarla siempre conmigo. Incluso meterla en una maleta. Lo más cerca que he estado de viajar ilegalmente ha sido cuando mi abuela me hacía decir que tenía menos años de los que tenía al entrar en el autobús. Me siento frívola al relacionar unas cosas con otras. Pienso que soy una afortunada y pese a todo sigo tiritando de frío por nada muchas veces. No tener derecho a quejarte. Estar bien dentro de lo que cabe. ¿De lo que cabe dónde? A mí ahora me cabe mucho más que antes y sin embargo estoy menos vacía. Lo que tengo dentro es una vida del tamaño de una berenjena y también miedo. El miedo no sé cuánto ocupa. Los miedos que he tenido a lo largo de los años se han colocado en fila para construir mi historia. Y al mirarlos ahora no reconozco ninguno con el que comparar el que siento en este momento. Es el miedo desconocido de lo que vendrá. Y no tengo la respuesta al cómo hacer. Imagino que de eso se trata, de irlo descubriendo. Las hormonas se apelotonan en los lagrimales y tengo que cambiar de tema. ¿Hasta dónde me van a crecer las tetas? Yo no tenía esta pelusilla en la tripa. Con lo fácil que sería poner un huevo. Tengo tanta ilusión que se me han ensanchado las caderas para poder hacerle espacio. La espera a mí me sabe a pepinillos rellenos de atún y a helado. El dolor de cabeza y de piernas. Conseguir tener conversaciones más allá de esto cuando esto ha colonizado todo tu organismo. Yo pensaba que seguía siendo la misma hasta que me fui a sentar en el suelo y comprobé cómo todo era ya distinto. Soy otra. Cojo la mano que me sostiene para recordarme que hay más cuerpos aparte del mío. Se siente desde diferentes ángulos. Observa cómo se mueve. Escucha el latido. Esa es la mirada que estaba buscando, la de todo irá bien. Tu sonrisa. Es una niña.
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