domingo, 16 de noviembre de 2014

Preferiría no hacerlo.



Hace una semana estábamos con los nervios en los tímpanos. Al día siguiente estrenábamos PREFERIRÍA NO HACERLO, el programa con el que Sergio del Molino y yo pensamos ocupar por un rato los micros de Aragón Radio. Pensamos que podía ser buena idea contar por escrito qué significa para nosotros tener un hueco en la radio para hablar de libros. Así que yo escribí el texto que ahora pongo aquí, un poco más abajo. Mañana estaremos en antena para hacer nuestro segundo programa. Y esperamos que nos podáis acompañar a lo largo de muchos lunes. Y si no, hemos hecho un blog donde pondremos los enlaces a los podcast del programa: http://preferirianohacerlo.org. Preferimos que nos sigáis. Y que os guste hacerlo.

Ocupar los transistores.

Mi primer recuerdo de la radio está sujeto a antes de nacer. Mi madre estaba embarazada de mí en la noche de los transistores, aquel 23F en el que los cuerpos temblaban de miedo. Mis padres bajaron las persianas y se quedaron a oscuras. Se agarraron a una radio con la confianza de que les dijera que los tanques no salían a la calle. A mí me asustó mucho este mundo y nací un mes más tarde de lo previsto. Ya en vida, mi segundo primer recuerdo de la radio es una frase que me decía mi abuelo: “Tú sola ya eres como un transistor, no callas.” Mi abuelo es el mayor contador de historias que conozco. A mí me encantaba irme con él a dar paseos y que me fuera contando lo que pasó por las calles antes de que lo que pasara fuéramos nosotros. Yo le preguntaba y le preguntaba y le hacía que me repitiera una vez y otra y luego otra los relatos que ya me había contado entonces y antes de entonces. Un día en el colegio nos preguntaron acerca de nuestro personaje favorito de la historia y yo dije que era mi abuelo porque él era todas las historias. También querían saber cuál era nuestro juguete preferido y yo dije la radio de mi madre. La radio que era como la que tenía mi abuelo siempre en la mesa, a su lado. En aquel momento yo vivía en Madrid y mi abuelo en Zaragoza. Y a mí me gustaba escuchar la radio que era igual que la suya porque así los dos escuchábamos lo mismo al mismo tiempo. De la radio salían historias y yo pensaba que mi abuelo las cogía todas como se coge al autobús cuando lo pillas antes de irse de la parada. Hay sonidos que te hacen persona y construyen la banda sonora de tu vida. El silbido de mi madre, las llaves contra el pomo que anuncian llegadas, el choque del tenedor contra el plato que te acuna en ese ruido recordatorio de que alguien te está cuidando, el café saliendo, los pasos de los que te quieren, los ritos cotidianos, la tiza en la pizarra, las alarmas, la radio. El sonido que escuchaba mientras me dormía era la radio de mis padres y lo primero que escuchaba al despertarme era esa misma radio que mis padres tenían puesta para comenzar el día. Los transistores de casa de mis padres, como los de mi abuelo, siempre han sido analógicos porque la vida también lo es. La vida no está hecha de ceros y unos hasta el infinito. La vida se cansa, se gasta y se muere. Mi madre me regaló un transistor como el que tenía ella y como el que tenía mi abuelo. Se sintoniza con una ruleta que mueves en donde pone tuning. Porque las radios son analógicas pero todas hablan inglés. Cuando estaba en Madrid mis compañeros de clase me elegían para que fuera yo la que leyera porque decían que no tenía acento de allí. Cuando vine a Zaragoza me escogían para leer los textos porque decían que no tenía acento de aquí. Tengo una voz apátrida, pensaba yo. Tienes una voz radiofónica, me dijo una vez una profesora de música para intentar evitar mi frustración por haberme dicho que no tengo oído para poder cantar. Y además aguanto la respiración un minuto. Eso siempre me puede venir bien por si tengo que contar algo urgente y no puedo coger aire. En el instituto hicimos un trabajo sobre medios de comunicación y yo lo realicé sobre La Pirenaica, Radio España Independiente. Mi abuelo y yo grabamos un programa en el que yo le entrevistaba y él me iba contando cómo eran los tiempos en los que por sintonizar una emisora ya te ponías en peligro. Seguí escuchando la radio mientras me salía acné, iba a ligar a los bares, se me iba el acné, empecé a trabajar y me independicé. De adulta me he acercado al micrófono a contar historias en las que estaba metida o a participar en tertulias para comentar las historias de otros. Hace unos meses, en una comida con amigos, Sergio del Molino y yo hablábamos de lo que nos gustaba la radio. Disfrutábamos al escucharla y cuando nos tocaba hablar desde el estudio. A mí me encantaría hacer mi propio programa de radio. A mí también. ¿Preparamos algo juntos? Teníamos una morcilla como testigo así que nos la comimos. El Preferiría no hacerlo podría haberse quedado en ese día y en esa conversación pero nos empujaron unas ondas muy poderosas. Queríamos hacerlo. Cogimos la ilusión y diseñamos un programa literario que llevamos a Aragón Radio y de ahí a hoy han pasado unos meses, muchas reuniones, bastantes horas de preparación, unos cuantos desayunos y alguna cerveza y por fin, hoy, estrenamos nuestro programa, Preferiría no hacerlo. En él unimos dos cosas que a los dos nos apasionan: la radio y los libros. Ahora no soy como un transistor sino que me he metido dentro y lo hago, además, en la mejor de las compañías. Sergio es alguien a quien aprecio y admiro y me siento muy afortunada de que dirija el programa conmigo a su lado. Seguro que lo pasamos bien y deseamos que eso se note y se comparta por toda la audiencia que nos escuche.
A mi abuelo le ha hecho mucha ilusión que yo vaya a estar un programa de radio aunque, si quiero que lo escuche, le tengo que comprar un transistor. Él ya tiene tres en casa. Uno en su habitación, otro en el salón y un tercero que lleva consigo al baño y a la cocina. Los tres tienen sintonizada otra emisora. Cuando le dije que yo iba a estar en Aragón Radio me dijo que no me iba a poder escuchar si no le compraba otro transistor. Los tres que tiene están ocupados con otras historias. Ahora nos tenemos que hacer un hueco para contar la nuestra. Arrancamos.



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