Palabrista. Cazagamusinos a tiempo completo. Catadora profesional de vinagrillos y encurtidos. Pisamierdas cum laude.
domingo, 9 de noviembre de 2014
Lágrimas y piedras
Una fotógrafa americana ha descubierto que, vistas en el microscopio, no todas las lágrimas son iguales. Hay tres modelos: las que lubricamos para que no se nos sequen los ojos, las de reflejo, que se producen como respuesta a un estímulo, y las psíquicas, desencadenadas por las emociones. El tipo de lágrima hace que la composición molecular sea distinta, la sal cristaliza y da lugar a diferentes estructuras. Llorar de risa no es igual que llorar por pelar una cebolla o llorar por dolor.
Leo esto mientras me encuentro con que se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín. Mi primer recuerdo es el de la gente llorando entre las piedras. Cuando lo derribaron yo era lo suficientemente pequeña como para no saber qué era el comunismo ni si yo era o no comunista. Sin embargo sí sabía que yo era más de Paco Ibáñez que de Parchís, más de Epi que de Blas, más del Frigo dedo que del Frigo pie y más de la tortilla de patatas con cebolla que sin ella. Era muy de la película No me chilles que no te veo y muy poco de ET, que siempre me dio grima. Porque la vida se aprende a golpe de contrarios. De lo que eres parte y de lo que te expulsa.
Me acuerdo de ir con mi padre a por la prensa un domingo y pedirle que me comprara Interviú porque regalaban un trozo del muro. Me empeñé en que lo quería pero mi padre no me compró la revista. No creía que esa piedra fuera de verdad berlinesa y, además, no entendía para qué. El capitalismo me dejaba comprar un jirón del comunismo roto y yo quería guardarlo como se guardan las formas, dentro de mí para conservar el aroma. Pero esto no se lo supe decir a mi padre. Yo solo veía que en el telediario salía el muro hecho pedazos y gente que lloraba y se abrazaba después de años sin verse. Imagino que yo quería contagiarme de su entusiasmo. Necesitaba creer en algo. En ese entonces y en nuestro ahora.
Todavía no se pueden coleccionar los pedazos de estos tiempos púnicos, llenos de mala fe y alevosía. Cuando se pongan a la venta en los quioscos, los que estaremos en el desguace ya seremos nosotros. Tenemos las desconfianzas esparcidas por toda la casa. En nuestro desorden no se nos pierden billetes ni cuentas en Suiza. Sí que tenemos facturas que podríamos quemar para calentarnos. Nos sale muy caro el invierno. ¿Cómo haremos para creer cuando lleguen otros si los que están nos han gastado hasta los credos? Nos han robado el dinero, los derechos y el entusiasmo. "Como hay quien trabaja por tedio, escribo, a veces, por no tener qué decir. En el devaneo en que se pierde con naturalidad quien no piensa, yo me pierdo por escrito, porque sé soñar en prosa. Y hay mucho sentimiento sincero, mucha emoción legítima que obtengo de no estar sintiendo". Lo dice Fernando Pessoa en su Libro del desasosiego. Rajoy pide perdón por la corrupción leyendo un papel porque si no, no le sale. Me duele el cabreo de tan afilado que lo tengo. Lloro. En todos los modelos de lágrimas.
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