Un planeta irrompible ( El Periódico de Aragón - 26/04/2014 )
La historia sucede a retales que se superponen uno encima de otro, de tal forma que en un mismo trozo de patria hay varias capas de sucesos. Como si lo que ha pasado en nuestros lugares fuera una tarta de hojaldre o una torre de libros apilados, vemos la superficie de arriba pero no el relleno. Así, las tradiciones que se han ido poniendo en la parte superior son las que se quedan como pedazos de nuestra historia. Lo de menos es que en otros momentos la costumbre fuera la contraria. Lo importante es agarrarse bien fuerte a un jirón dominante del relato para pertenecer a algo. A mí nuestro pasado no me representa pero es muy jodido sentirse afrancesada en Torrero. ¿Cuántos años hacen falta para que una tradición se vuelva incuestionable? De siempre he tenido una oreja con una pequeña dentellada. De cría mi madre me bromeaba diciendo que era porque a mí me recogieron de un contenedor de basura y una rata me había mordido. Durante una temporada de esa travesía a la que se le llama niñez me dio por pensar que yo era adoptada. Sentía que era la llave de un cuarto cerrado en el que mis padres habían almacenado sus secretos, así que dediqué todas mis energías a derribar puertas. De la misma manera que me escondía en un rincón oculto imposible de encontrar para luego gritar ¡estoy aquí!, también aprendí a cobijarme en mis silencios voceras, ¡déjame sola que me estoy contando un secreto! Era una táctica para trocear el misterio y repartirlo en miguicas. Mi madre se hartó de que le fueran con la fantasía de mi adopción y me dijo que si yo fuera adoptada, me habrían devuelto. Ese argumento me pareció contundente para dejar de pensar que la biología me hacía pertenecer a otra parte. Los secretos son los cromos de nuestra infancia, los intercambiamos para construir con ellos los cimientos de la vida en común. Dice Ignacio Martínez de Pisón en su última novela "todo secreto genera nuevos secretos". Se dice guardar el secreto como si el cuerpo fuera una consigna en la que abandonar un huevo. Ha aparecido un nuevo planeta habitable similar a la Tierra, Kepler-186f. Lo podemos edificar a base de todo lo que una persona no se cuestiona: tradiciones y secretos. Tenemos mucho material. Es inflamable pero resistente. Aguanta reuniones familiares, promesas electorales, mezquindades, dictámenes de jurados de premios literarios, eufemismos, relaciones de pareja y cuotas de audiencia de las frivolidades que nunca se ven en esta casa. Las tradiciones y los secretos están para ser demolidos, no para construir planetas. Ejem. Prueba a resistirte con todo todo tu cuerpo ateo a la Mona de Pascua de mi pueblo. Igual de fuerte que el picor de las ortigas, el aroma a aceite de las almazaras y el abrazo de mi madre. Desisto de impugnar la tradición y me relamo en esos amarres cantando La Bien Querida,"Y luego me he ido/ y me han venido de golpe/ las cosas que te hubiera dicho/ las cosas que nunca te digo/ porque siempre me pasa lo mismo".
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