Dónde ponerse ( El Periódico de Aragón - 28/03/2015 )
Creo que mi primer acercamiento a la política se produjo cuando nació mi hermana. Pasé de tener el poder a tener que compartirlo y competir para no perderlo. Ser la mayor te convierte en una superviviente y aprendes a leer al mismo tiempo que te instruyes en corrupciones, chantajes y negociaciones. Yo me acuerdo que en el colegio siempre me faltaba saber un dato en los enunciados de los problemas que planteaban un reparto de elementos entre fulanita y su hermana. Me parecía muy precipitado sacar conclusiones sin saber quién era la hermana mayor. No he hecho un estudio muy riguroso pero seguro que la mayor parte de las personas que se dedican a la política son hermanos mayores. En la carrera a las primarias del cariño de mis padres intentaba hablar mucho con ellos. Hacer pasillos, vaya. Recuerdo ver en la televisión a Bush y a Clinton disputándose las elecciones en Estados Unidos y preguntarle a mi padre con quiénes íbamos nosotros, si con los demócratas o con los republicanos. Mi padre me dijo que allí no había buenos y malos sino malos y menos malos y nosotros íbamos con los segundos, que eran los demócratas. Yo no entendía cómo aquí éramos más de los republicanos que de los otros y allí más de los otros que de los republicanos. Las palabras no siempre significan lo mismo. En la vida hay unos y hay otros. Todo eso también lo aprendí de la política. No tengo carné de partido ni me han elegido nunca para un puesto en una institución. Por no ser no he sido ni presidenta de mi escalera y mi única motivación para casarme es traspasar el mandato a mi marido cuando me llegue el turno de la presidencia. No me he dedicado a la política pero jamás he pensado que la política me fuera ajena porque siempre me he sentido dentro de ella. Y nunca he podido evitar seguir las informaciones de una noche electoral. Incluso cuando el enfado con las formas de hacer política ha sido tan grande que me trataba de convencer de la necesidad de alejarme. Pese a las retransmisiones estrafalarias, los comentarios idiotas o la suciedad informativa que manchaba cualquier análisis. Si hay unas elecciones, ahí está mi cuerpo. Ya sean las de Grecia o las de Andalucía. Soy una yonqui. Y pese a serlo la droga todavía no ha colonizado todas las células de mi cuerpo. No me ha dado por pasar a la acción porque todavía estoy tratando de gobernarme a mí misma. Nos esperan emociones fuertes. Vamos a tener un año de ruta del bakalao electoral. Espero que las resacas nos dejen alguna alegría. Que no ganen los de siempre siempre. Que nos gobierne buena gente que se preocupe de verdad por la política y no sólo por conseguir lo suyo. Espero que la política me haga alguna grieta en mi piel escéptica y confío en llegar a saber quiénes son los nuestros. No sé dónde ponerme. Con lo bonito que sería tener una columna de sociedad y andar por estas letras sólo comentando los eventos llenos de glamour. No tengo remedio.
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