Tomates desaboridos y hormigas amarradas ( El Periódico de Aragón - 18/01/2014 )
"Las hormigas fueron un pueblo de sabios que llegaron a la superhombría. Al principio, fueron del tamaño de los hombres y eran ultravertebradas. Pero tanto se ordenaron, se disciplinaron y regularon perfectamente su vida, que se volvieron un pueblo rutinario. La muerte de la absurdidad, de la rebeldía, de la negación arbitraria, de la pereza extraordinaria y del exceso entusiasta, las disminuyó hasta ser ese pueblo visto al microscopio que son". Esto dice Ramón Gómez de la Serna en uno de sus Disparates y otros caprichos. Que nos hemos hecho pequeñas. Por eso todo lo que nos pasa es microscópico. Y otras cosas que pasan nos pesan y aplastan o nos pasan al lado y son tan grandes que no podemos morderlas. Si nos dejamos morir, nos matarán del todo. Los vecinos del Gamonal en Burgos hacían piquetes a la indiferencia y yo pensaba en hormigas. En hormigas y en tomates. ¿Por qué permitimos que los tomates no supieran a nada? Porque nos convertimos en hormigas disciplinadas y pequeñas. Los tomates no saben pero tienen buen aspecto. Todo es mentira. Ficción. Se les mete un gen para que luzcan lustre pero les vuelve insípidos. Desde los años 90 se muta el ADN de los tomates para que sean más bonitos y permanezcan duros por más tiempo. Ahora tenemos las neveras decoradas con preciosos tomates que saben a plástico. Somos idiotas. Esa es nuestra parte de culpa. Que si podremos comer tomates todo el año, que si maduran antes pero se estropean más tarde, que si todos tienen la misma forma, que si no están picados, que mira qué color más majo. ¿Quién se iba a entretener pensando en que lo principal de un tomate es que tuviera sabor a tomate? Sobre estas interrogaciones ausentes hay gente frotándose las manos. Elegimos perder. La compra es un acto político y nosotras votamos a un señor hacendado, digo hacendoso, cuyo ejemplo de productividad son los bazares chinos. ¿Y si no voy más al mercatrola? Los señores que querían hacer las obras en Gamonal son de la misma especie que el señor que se hace rico vendiéndonos tomates falsos. Pertenecen al mismo club que los que controlan los bancos y los sillones de poder. Por sus venas no corre sangre si no paga comisión por pasar. Su genoma se llama dinero. Los tomates ahora no saben a nada porque tiene que haber algo que nos recuerde que vivir puede ser mentira. Aunque el bocado sea de verdad. "Hay mentiras que se convierten en dogma y otras que se pierden en el tiempo. Insisto: la vida sólo tiene sentido como relato. Y el relato, por definición, es falso". Lo escribe Ricardo Menéndez Salmón en su último libro. Las hormigas rojas crean una balsa que las salva de morir ahogadas. Se agarran entre ellas con sus mandíbulas y la mitad de la colonia se sumerge para mantener a flote al resto y respiran con las bolsas de aire que se quedan en la estructura. Se salvan si se amarran. Los vecinos del Gamonal han conseguido, de momento, paralizar las obras. Hormigas juntas. Respira, todavía podemos conseguir que los tomates vuelvan a tener sabor.
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