(En la Imagen, Pilar Pastor, Observatorio de la cultura del Ayuntamiento de Zaragoza; Carmen Peña, Directora del encuentro; Laura Freixas, de la Asociación Clásicas y Modernas; y servidora. Foto de mi compañera de PROCURA, Cristina Martínez)
Texto
que preparé para mi intervención en el II Encuentro Mujeres en
cultura, realizado por la Institución Fernando el Católico y la
Cátedra de Género de la Universidad de Zaragoza y dirigido por
Carmen Peña Ardid. Información del encuentro: http://procura.org/web/?p=7722
NOTA: Lo
que finalmente conté viene de aquí aunque no se ajustara del todo a
lo escrito. Fue un texto para ser contado así que ruego se me disculpe los errores de redacción...
Mi intervención...
Mi intervención...
PROCURA
es una asociación que aglutina a los y las profesionales de la
cultura en Aragón. No es una asociación que como Clásicas y
Modernas se centre específicamente en luchar contra la
discriminación de las mujeres en cultura, sus objetivos se enfocan
hacia la defensa y promoción de la cultura, la articulación de
medidas que mejoren la práctica cultural, el respaldo a la labor que
realizan las profesionales de la cultura y el poder instar a la
administración a que desarrolle mecanismos de buenas prácticas. Es
decir, son objetivos generalistas en el ámbito de la cultura. Pero, esto no quiere decir que nos
desentendamos de trabajar en términos de igualdad puesto que, si
queremos articular medidas que mejoren la acción cultural y
favorecer las buenas prácticas en cultura, esto no se puede hacer
obviando la discriminación de las mujeres en este campo. Y porque
además, tenemos la responsabilidad, como se desglosa de los
objetivos de la asociación, de fomentar la implicación de nuestras
asociadas en las problemáticas sociales de nuestra época, y la
falta de igualdad efectiva entre hombres y mujeres es una de estas
problemáticas a las que nos enfrentamos como sociedad.
La
asociación está compuesta por mujeres y hombres, más mujeres que
hombres, 59 socias frente a 43 socios, que somos profesionales de la
cultura en diversos ámbitos, gestión cultural, artes visuales,
artes escénicas y musicales, literatura, patrimonio, socio cultura, comunicación cultural, etc. No voy a detenerme en lo que hacemos porque
entiendo que no es este el foro para hacerlo sino que voy a hablar de
nuestro análisis como profesionales de la cultura, en lo que tiene
que ver con la desigualdad de género en la acción cultural.
Actualmente
la junta directiva de la asociación, está compuesta por 9 mujeres y
4 hombres.
¿qué
detectamos?
Yo
fui alumna de la primera edición de un máster de gestión cultural
realizado aquí, la mayor parte éramos alumnas, mujeres. En las
siguientes ediciones esta proporción ha seguido así. Siempre ha
habido más alumnas que alumnos. Tenía sentido porque según los
datos, la gestión cultural es un área mayoritariamente de empleo
femenino. Yo llevo 9 años dedicada a la gestión cultural, aunque
casi más bien se trata de un activismo o resistencia cultural, en
los que he ido a multitud de foros, ferias, encuentros, seminarios
sobre cultura e industrias culturales, he escuchado varias veces este
análisis, que el empleo cultural es mayoritariamente femenino.
Curiosamente quien decía esto eran hombres ¿por qué? Porque la
referencia de autoridad sigue siendo masculina.
Me
vais a permitir que haga un poco de historia de la política cultural
porque quiero hablar del desengaño de la democracia cultural. En un
mundo en el que no había nada, todo estaba por hacer y cualquier
cosa que se hiciera era mejor de lo que había porque no había nada.
Con la llegada de la democracia en España se empiezan a desarrollar
las políticas culturales. Yo siempre hablo de este momento como el
de la generación bloqueo, porque es cuando se creó estructura
cultural, no había nada y todo se tuvo que generar desde cero.
Entonces mucha gente en ese momento accedió a los puestos de
trabajo en cultura. Muchas veces estas personas eran gente que
provenía de los movimientos sociales, que fue una maniobra muy hábil
por parte del poder para descabezar estos movimientos, dejarlos sin
liderazgo fuerte y neutralizarlos. Esto explica el porqué durante
estos años no se ha tenido una sociedad civil fuerte, muchas de las
personas que formaban parte de los movimientos sociales fueron
absorbidos por las estructuras de partido y por la administración.
Esas personas que entraron de golpe y de forma masiva tenían que
empezar a construir la política cultural. Y generaron una cultura
masculinizada, porque en su mayoría eran hombres pero también
generaron una cultura paternalista en otro juego perverso para
desactivar la cultura crítica con el poder. No se iba a morder la
mano de quien te da de comer... Hablo de generación bloqueo porque
esas personas que entraron entonces, se mantienen todavía hoy aunque
hayan cambiado de asiento (de un teatro iban a dirigir un museo)
impidiendo el acceso a los puestos de dirección de las políticas
culturales de nuevas personas que pudieran regenerar la práctica de
la cultura. Y no estoy hablando de un enfrentamiento entre
experiencia versus juventud ni de un quítate tú para ponerme yo.
Estoy hablando de que se ha generado un sistema muy poco permeable a
renovar la práctica cultural. Y aunque hayan accedido mujeres a lo
largo de estos años, los puestos de mayor capacidad de incidir en la
dirección de la política cultural estaban bloqueados, porque ya
tenían un culo en los asientos y porque las inercias machistas no
facilitan el paso a que se sienten las mujeres en los puestos de
mayor responsabilidad técnica o política. Y porque aunque lograran
acceder, el prisma de acción, los marcos del sistema, seguían
teniendo un enfoque patriarcal. Claro que generaciones posteriores
han ido asumiendo puestos en cultura, pero tenían que hacerlo en los
marcos del sistema y si no, estaban fuera de él. El sistema no ha
facilitado la incorporación de voces críticas que pudieran trabajar
en la regeneración. Es más fácil apartar lo distinto que integrar
lo discordante como necesarios matices de los discursos en cultura. Y
se puede trabajar desde los márgenes, abrir grietas que nos permitan
seguir imaginando lo que queremos que cambie, pero teniendo presente
que el objetivo no es orillarse sino transformar el sistema y tejer
micro revoluciones que lleguen a mancharlo.
Este
monopolio de los hombres y esta visión paternalista de la acción en
cultura hace que la fuerte presencia femenina en la actividad
cultural no se traslade en que las referencias de autoridad sean
femeninas ni se visibilice en los puestos de representatividad. Nos
dejan ser musas, que servimos de inspiración para ellos, los
artistas, podemos ser consumidoras de cultura (consumimos más
cultura), incluso podemos trabajar en cultura. Pero nos neutralizan a
la hora de ser creadoras y de dirigir la política cultural. Autoría
y autoridad. Laura Freixas lo explica muy bien cuando habla del techo
de cristal, en el libro Mujeres y cultura, editado por el ministerio
de cultura antes de la llegada de la Wertgüenza.
Respecto
a la autoría y las dificultades de creación. Marta Tikkanen en uno
de los poemas de su libro “La historia de amor del siglo” decía:
“Mi madre tenía siempre su máquina de escribir en el regazo
cuando escribía”, que recuerda a la reivindicación que ya hacía
Virginia Woolf en “Una habitación propia” aludiendo a que lo que
necesita una mujer creadora es un espacio para crear. Debido a las
inercias de una sociedad machista, hombres y mujeres no llegamos a la
creación desde una posición de igualdad de oportunidades. En el
caso de las mujeres, nuestro potencial creador está sometido a
nuestro papel de cuidadoras principales.
Y
sobre autoridad, y aun venciendo todos los escollos, no se visibiliza
la creación cuando creamos. Sólo uno de cada diez premios
nacionales recaen en una mujer. ¿pero quien compone los jurados?
Hombres. Y lo mismo pasa con el resto de organismos que toman algún
tipo de decisión en materia cultural. Directores de museos, teatros,
editoriales, o directores generales de administraciones públicas.
¿qué
creemos que se puede hacer?
Romper
un sistema desigual, injusto y perverso. Y esto queda muy bien como
eslogan de guerra pero que luego hay que llevarlo a la práctica de
nuestras barricadas cotidianas. Ahora iré a la concreción de como
ir poniendo detonadores que activen el cambio pero permitirme antes
que ponga una imagen de este objetivo que creo que tenemos que tener
siempre presente.
En
cooperación cultural muchas veces se ha trabajado desde una
perspectiva de superioridad colonialista, (yo, país rico, sé lo que
necesitas tú país subdesarrollado y por eso no es necesario
preguntarte) y también desde una actitud patriarcal, (de hombre,
desarrollador de los planes de cooperación al desarrollo, a hombre,
dueño del territorio donde se realizaba la intervención). Por eso
han fracasado muchas de las acciones desarrolladas en cooperación,
porque no se tenían en cuenta las demandas y necesidades de toda la
población de un determinado territorio. Os cuento uno de estos
fracasos. Una acción desarrollada desde los planes de cooperación
al desarrollo hace unos años, trataba de realizar unas
canalizaciones de la red de abastecimiento, para que un poblado
africano pudiera tener agua. Después de realizar toda la
infraestructura que permitiera canalizar el agua, apareció rota. Y
no se rompió, la rompieron. Alguien la destrozó de forma
deliberada. Las mujeres eran las que se encargaban tradicionalmente
de recorrer kilómetros para ir a recoger el agua y lo hacían en
grupo. Habían sido ellas las que lo habían roto, porque el ir a
buscar agua era el único momento en que las mujeres podían juntarse
sin la mirada inquisidora de los hombres. No se había tenido en
cuenta las necesidades de las mujeres y ellas se habían rebelado
contra un proyecto hecho a sus espaldas.
Sirva
esto como metáfora de lo que creo que tenemos que hacer, romper las
canalizaciones de agua impuestas y que no hemos decidido construir
nosotras para apropiarnos de nuestro protagonismo en la vida social y
cultural. Y sin perder de vista este objetivo general, este eslogan
de guerra de romper un sistema desigual, injusto y perverso, podemos
ir realizando esfuerzos concretos:
1.
Tomar conciencia del problema de desigualdad. Ni debemos conformarnos
con que seamos iguales porque lo diga la Constitución ni dar por
sentado que ya existe conciencia social sobre la desigualdad que
sufrimos las mujeres. La igualdad tiene que ser real y efectiva y si
no, no es. Y todavía no lo es. Y el que lo llegue a ser depende de
que consigamos que se transformen muchas cosas pero primero y antes
que eso, de que las mujeres asumamos la responsabilidad de
protagonizar nuestra historia. Porque no se trata de que nos den algo
sino de conquistarlo. Y la conquista de derechos siempre se ha hecho
a través de la lucha social y no de romerías a la virgen ni
esperando sentadas.
2.
Favorecer la realización de análisis, estudios, artículos, etc.
que visibilicen la labor de las mujeres en cultura. Tenemos que
ocupar el espacio para convertirnos en referencias de autoridad y
tenemos que ser nosotras las que nos escribamos porque sino los que
sigan escribiendo la historia serán exclusivamente los hombres y por
tanto la visión será masculina y no en términos de igualdad. María
Moliner, referente de las letras españolas, académica sin sillón
porque nunca llegó a entrar en la Academia decía que quizá no
tenía méritos suficientes para entrar en la Academia pero que si su
diccionario hubiera sido escrito por un hombre, a ella misma le
extrañaría que ese hombre no fuera académico. La vida de María
Moliner que es una de las referencias de autoridad en nuestras letras
que tenemos que reivindicar, es objeto de una obra de teatro que se
estrena pasado mañana el Teatro de la Abadía. Pues bien, la obra
está escrita por Manuel Calzada y dirigida por José Carlos Plaza.
Dos hombres. Que por supuesto que pueden escribir sobre mujeres,
faltaría más, pero es que aun cuando las protagonistas son mujeres,
las historias sigue siendo escritas por hombres y por lo tanto, las
referencias de nuestra historia como sociedad, seguirán siendo
masculinas.
3.
Potenciar la creación de imaginarios femeninos. Desde la cultura no
debemos perpetuar y legitimar sólo el protagonismo masculino en
nuestra creación. Si queremos llegar a alcanzar la igualdad entre
géneros, tendremos que generar igualdad en autoridad y autoría.
Fomentemos el protagonismo de la mujer en nuestras ficciones.
4.
Exigir buenas prácticas para evitar prácticas sexistas en los
órganos de decisión sobre política y práctica cultural.
5.Reivindicar
el derecho a la cultura y a poder ser hacedoras de cultura. Han
salido publicados ahora unos datos del ministerio que señalan que en
Aragón, en el último año se han perdido 7.500 puestos de trabajo
en cultura. Y no sé la proporción de esos puestos que eran ocupados
por mujeres pero siendo que somos nosotras quien, generalmente,
cubrimos los puestos de menor protección, es fácil hacerse una idea
de que la mayor parte de esos puestos perdidos habrán sido de
mujeres. Yo soy una de esas mujeres que ha perdido su empleo en estos
últimos meses y en esta sala hay muchas más compañeras en mi misma
situación. Hay que cambiar cosas para que las hacedoras de cultura
puedan vivir de la creación y mediación cultural. En demasiadas
ocasiones estamos derrochando nuestro talento y activismo en trabajos
que nos procuren el sustento económico pero que no coadyuven a la
transformación cultural simplemente porque desde la creación no
sacamos rendimiento económico que cubra nuestras necesidades
básicas. (No sé si conocéis el caso de Cristina Fallarás,
periodista y escritora, subdirectora del periódico ADN y despedida
en 2008 cuando estaba embarazada de 8 meses. Cristina ha hecho
público hace unos días que tiene una orden de desahucio, ella
contaba que en estos cuatro años desde que la despidieron, ha
escrito dos novelas, ambas han sido premiadas y una de ellas, Las
niñas perdidas, le ha hecho ser la primera mujer en ganar el
Premio Hammett de novela negra. Ha seguido escribiendo artículos y
tiene una editorial. Pues todo eso no le ha servido para asegurar su
sustento económico y el de sus hijos porque la actividad cultural
hoy en día, no se remunera o se remunera mal). Y aquí tenemos un
gran reto.
6.
No resignarse, si sabemos que uno de los problemas es la
visibilización de la práctica cultural femenina, no sucumbamos a lo
fácil de llamar como referencias de autoridad a hombres sólo por no
haber hecho un rastreo más exhaustivo para encontrar a esas mujeres
que sean referencias de autoridad en un determinado tema para no
seguir manteniendo la presencia exclusivamente o mayoritariamente
masculina. Ahora mismo hay una charla de industrias culturales y
empleo en el Teatro Principal, organizadas por la Fundación María
Dominguez que fue la primera mujer alcaldesa de la Segunda República
elegida para tal cargo en Gallur en 1932 y fusilada por las tropas
franquistas al inicio de la Guerra Civil. Pues todos los ponentes son
hombres, en una fundación que lleva el nombre de una mujer y se
supone difunde valores asociados a la igualdad.
7.
Denunciar. Hacer militancia feminista a diario. Denunciar a la
práctica cultural que insista en generar imaginarios colectivos
basados en el sexismo. Denunciar cuando nos encontremos en actos que
no tienen representación femenina. Denunciar las declaraciones de
representantes políticos y medidas llevadas a cabo que supongan un
atentado contra la igualdad. Denunciar a los medios de comunicación
que no tengan a firmas femeninas entre sus colaboradores. Denunciar,
denunciar y denunciar. Nos jugamos el conseguir la igualdad.
8.
Generar inercias de solidaridad y cooperación entre mujeres que sean
transformadoras. Y pongo el énfasis en la voluntad de transformación
para que las guerrilla girls no se acaben convirtiendo en una sección
femenina cultural, y perdón por esta provocación tan bruta. Quiero
decir, el otro día en una charla, Silvia Federici, que es una
activista y escritora feminista, comentaba que los micro créditos
que se habían dado en países no desarrollados a mujeres, aparte de
ser un invento del capitalismo para propagar sus dogmas, eran una
estratagema del sistema patriarcal para desactivar las redes de
colaboración entre mujeres, sus comunidades de ayuda solidaria
porque eran las propias mujeres las que denunciaban a las que no
pagaban sus deudas y se presionaban entre ellas. Generaban un sistema
policial entre ellas. Tenemos que fomentar la creación de redes de
colaboración entre las mujeres y generar comunidad pero teniendo la
voluntad de transformar, no de escorarnos a un lado y prestarnos
auxilio social, sino generando dinámicas compartidas que ayuden a la
transformación efectiva de un sistema machista.
Y
esto es lo que quería decir, que dejemos ya de pronunciarnos en voz
baja.
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